viernes, noviembre 05, 2010

Ave del paraíso


Parada en el umbral, parece un avestruz gigante y sobrepeso. Los regordetes pies enfundados en unas sandalias rosadas. En la cabeza, un pequeño sombrero de un brillantísimo violeta adornado con una pluma de ave del paraíso. El vestido demasiado ajustado forrando un cuerpo que hace tiempo perdió sus formas juveniles. Respiro hondo y camino a su encuentro con mi mejor sonrisa. Me pregunto cómo es posible que una vez esa mujer fuera importante en mi vida. Ahora es una matrona regordeta con demasiado maquillaje. Doy gracias al cielo en silencio por que en aquella época me dejó por Felipe. Sufrí, confieso que sufrí, porque perdí a la que pensaba era la mujer de mis sueños, aquella con la que sería dichoso el resto de mi vida.

La abrazo con cariño (rehecha mi vida, no le guardo rencor, e incluso, ahora, al verla, siento un gran alivio: no perdí nada). Estás igualito, me dice, y sonrío porque sé que no es cierto, unas libritas de más me han caído encima y he perdido casi todo el pelo. Felipe fue a estacionar el auto, añade. Ven, quiero que conozcas a mi mujer, le digo y nos abrimos paso entre los invitados que nos miran con curiosidad.

Alicia, más bella que cuando la conocí, enfundada en un vestido gris que apenas si parece que rosa su cuerpo pero que insinúa las vertiginosas curvas que me enloquecen, se ve hermosa. La larga cabellera rojiza, refulgente, le cae sobre los hombros. Soy un hombre afortunado, me digo. Y siento conmiseración por Felipe.

Alicia sonríe a medida que Paulina y yo nos acercamos, con esa sonrisa cómplice que guarda solo para mí. Sé que sabe que tiene ante ella a su rival de otros tiempos, esa que, sin saberlo, por culpa de mi indecisión, la hizo padecer tanto. ¡Quién lo hubiera dicho! Alicia es ahora una mujer estupenda; Paulina es la caricatura de un ave del paraíso.

Allá está Felipe, dice Paulina, y levanto la mano hasta que logra vernos y se acerca. Paulina no es la sombra de quien fue, pero él, como Alicia, ha florecido. Se acerca a nosotros y le doy un abrazo jovial. Le presento a Alicia que abre sus ojos verdes, majestuosos, y que, con su mejor sonrisa, una de esas que me dedica y con las que me tiene eternamente enamorado, le extiende la mano. Encantada, le dice…

2 comentarios:

FALSARIO dijo...

historia perfectas traducidas en palabras incomodas en ocsiones. Me sigue gustando lo que cuentasy comolo cuentas. un saludo de tu amigo falsario. Tb para felipe y paulina.

Marisol Cragg de Mark dijo...

Así es cuando el tiempo pasa, unos "ex" se ven mejor, otros no tanto.
Te dejo un cordial saludo desde Berlín.