viernes, diciembre 30, 2011

El árbol de la vida

Cuentan que en una vieja aldea, para aliviar el insomnio de sus habitantes, se decretó la siembra de un árbol gigantesco para que en él, los ciudadanos, al regresar a casa, pudieran colgar sus cruces. De esa forma, se aseguraban un sueño tranquilo y se aminoraba el cansancio de aquellos obreros que labraban la tierra.

El experimento tuvo tanto éxito que la aldea fue creciendo y poblándose de gentes que venían de otras aldeas donde no habían tenido la precaución de plantar un árbol para cruces. Le llamaban el árbol de la vida.

A medida que el pueblo crecía y se convertía en una gran ciudad, crecía el árbol de la vida para dar cabida a tantas cruces, cada vez más pesadas, porque el éxito trae consigo más cargas de las que se lleva. Eran tantas las cruces que en las mañanas, cuando las gentes iban a recogerlas, siempre surgía alguna confusión, y se dieron casos, en que algunos tomaron por error cruces que no les pertenecían.

Una noche de tormenta, un rayo inmenso cayó sobre el árbol haciendo que éste se partiera, y se desparramaran las cruces por el suelo. Aquella mañana se paralizó la ciudad, porque nadie encontraba su cruz y temían llevar una equivocada. Uno que otro oportunista aprovechó para recoger e intentar vender las cruces más livianas.

Fue tal la barahúnda y la confusión, que innumerables personas huyeron despavoridas y hasta algunas hubo que cometieron suicidio. La ciudad se convirtió en pueblo, y se redujo a una aldea, y sus habitantes un día decretaron sembrar un árbol para que bajo su sombra, los obreros que labraban la tierra, pudieran descansar…

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