lunes, noviembre 03, 2014

Eloísa

Eloísa está de buen humor, tanto, que se ríe sola, jachas al aire. A petición de ella, mamá la sentó frente al árbol de navidad desde la mañana, y le puso un CD de villancicos de Navidad.  Las notas musicales entran y salen con la brisa por la ventana abierta, y el árbol lo decoraremos esta noche. Eloísa está fascinada con el olor del árbol. Olor a pino, le explicó mamá, y Eloísa dijo olor a Navidad. Todos nos reímos tanto con su ocurrencia, que de ahora en adelante me imagino que se seguirá llamando al árbol, Navidad. Lo decoraremos esta noche entre todos y aunque Eloísa no podrá participar más allá de darnos algunos de los muñecos (aquellos que no se rompen si se caen), esta es la primera vez que entiende que Santa Claus y los Reyes le van a traer regalos. Mi hermano y yo tampoco podremos ayudar mucho porque el  año pasado rompimos varios de los globos de colores, de los más brillantes. Pero sí nos dejarán poner algunos lazos y los muñecos de jengibre (parece que son galletas, pero no, a lo que saben es a papel), pero no se rompen si se nos caen.

Tomaremos del ponche de Nana. Trajo varias botellas: estas con ron, estas no, le explicó a mami. Abuela vende botellas de su famoso ponche en navidades y es parte del regalo que les trae a papá y mamá. Yo sé lo que Santa Claus nos traerá porque acompañé a mami a las tiendas para ayudarle porque no encontró quién cuidara de Eloísa. Es que no es fácil cuidar de ella… y yo sé desde el año pasado quiénes son los Reyes y Santa Claus, porque me lo dijeron en la escuela. Eloísa se durmió así que no sabe que mami le compró la muñeca que vio en la televisión y con la que llora cada vez que el bebé llora, que llora porque le quitan el bibí, y lo que pasa es que Eloísa es una llorona.

Mi hermana se separa del árbol y me pide que la lleve a la cocina, donde mami está haciendo arroz con gandules y pernil, la cena de esta noche, porque viene Santa Claus.  El olor a pernil es el que llama la atención de Eloísa que se asoma al cristal del horno a mirar, pero se quema y se echa a llorar, la mano roja como una guayaba por dentro, y quema, quema, llora Eloísa, mientras se la enseña a mami, inconsolable. Mami le pasa un hielo por la manita y eso la distrae y pide que le den a probar del pernil.  Ahorita no, no está listo, le dice mami y le da su bibí. La nena puede coger un vaso, pero es más rápido si bebe la leche de la botella.  Empina la cabeza hacia atrás, y de vez en cuando se saca la botella y ríe, enseñando las jachas requete grandes que tiene al frente. Es lo único feo que tiene en la cara porque Eloísa es bien bonita.

La noche de Santa Claus no salimos, la disfrutamos en casa y después de la cena decoramos el árbol y Eloísa no dio problemas porque comió tanto que le dio sueño.  Mami estuvo un rato largo con ella, preparándola para dormir, y luego regresó a ayudarnos.  Debe haberse quedado levantada toda la noche porque el árbol está prendido, precioso, y Eloísa ya está abriendo su paquete, desgarrando el papel y mami y papi embobados mirándola a ver qué pasa cuando vea al bebé. 

Eloísa tiene al bebé en los brazos y está contenta y ya nosotros estamos abriendo nuestros paquetes, cuando mi hermana se echa a llorar desesperadamente.  Y papi que me está ayudando a sacar las piezas del tren eléctrico, las suelta y qué le pasa a la nena le pregunta a mami.  Es que el muñeco está llorando porque Eloísa le quitó el bibí, dice mami desesperada.  Eloísa le pone el bibí en la boca y se le abren los ojos bien grandes cuando el muñeco deja de llorar, y le quita el bibí al muñeco de nuevo y lloran los dos, ella y el muñeco.

Para cuando papi está montando la silla de Eloísa en el baúl, la super sport silla roja que le dieron en el Chicago Children’s Hospital a través del programa de los Shriner’s, Eloísa ha aprendido que el bebé llora al quitarle la botella y se lo hace una y otra vez, mientras echa la cabeza atrás, riendo, con las jachas al aire.

Es Navidad…

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