jueves, octubre 07, 2004

De laberintos

Se adentró por el espejo. Un mundo frío, de cristal de tonos verdosos. En él, construido como pasadizos de hormigas, se abrían pequeñas carreteras que eran laberínticas. De una y otra entrada la llamaban voces, unas tentadoras, otras escalofriantes. Intentaba tomar uno, sólo para oír detrás una voz, por un momento conocida, llamarla por su nombre. Volvía atrás, y un enorme dragón de lengua bifurcada, encendida en llamas le cerraba el paso y al intentar reiniciar el camino antes tomado, la puerta de entrada, sólo era de salida. Miraba a su alrededor, buscando otra puerta, el inicio de otro laberinto, y así, uno, y otro, y otro, hasta que lograba alcanzar el túnel del tiempo y salir del espejo, a dónde debería adentrarse nuevamente, una vez despertara.

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