miércoles, septiembre 24, 2008

Águeda

Águeda no tenía claro el porqué despertó sin ilusiones y sin propósito en la vida. Se acostó sintiéndose bien y abrió los ojos al amanecer con una inmensa congoja que paulatinamente fue coloreando de gris todo lo que la rodeaba.

Primero fue su marido el que adquirió un gris cenizo que le recordaba el color del cadáver de su padre a quien la muerte sorprendió siendo ella pequeña. Iba a decirle que la ropa gris que llevaba puesta no le favorecía en lo absoluto cuando cayó en cuenta que también las paredes de la casa habían adquirido una tonalidad gris. Al paso de los días, los muebles se fueron destiñendo y adquirieron el color grisáceo que comenzaba a aborrecer, y que se extendía al interior de los gabinetes y armarios.

Su mayor pesar fue el día que se miró al espejo y vio que sus cabellos y ella misma habían empezado a tornarse gris. Entonces recordó que muerto su padre, su madre la sorprendió con el creyón gris en la mano coloreando su libro de pintar. “No pintes de gris, el gris es color de tristeza, es color de cansancio, de hastío, de muerte”, le dijo, sustituyendo el creyón en su mano por uno rosado.

Águeda miró por la ventana el cielo que llevaba varios días encapotado y alcanzó a ver a lo lejos la banda multicolor de un arco iris que tímido comenzaba a dibujarse. Abrió la puerta y salió a la calle.

1 comentario:

Pato´s dijo...

LINDO ESCRITO !!

SALIR A LUZ ES MUY BUENO AVECES , NOS LLENA DE VIDA!!

BESITOSS AMIGA..