viernes, diciembre 26, 2008

El ladrón de la felicidad

Alicia no estaba acostumbrada a ser feliz. A eso le achacó el que a pesar de tener todas las razones para estarlo, no sentía el bienestar que acompaña a la alegría. Estaba conciente de que debía sentirse tranquila y dichosa porque en las pocas ocasiones en que había estado contenta, muchos años atrás, la había inundado un sentimiento de paz. Por mas que buscaba las razones dentro de sí misma, no encontraba explicación alguna.

Al mirar a su alrededor reconocía que todas las condiciones que siempre le habían parecido necesarias para ser feliz se habían reunido. Igual, un extraño desasosiego le alteraba los nervios, haciéndole imposible disfrutar de todas las bienaventuranzas que la rodeaban. En las noches despertaba con el corazón palpitándole y entonces miraba a su alrededor y hacía inventario y, como nada faltaba, intentaba volver a conciliar el sueño. La mayor parte de las veces eso era imposible y entonces se mantenía alerta, temerosa de que el ladrón de la felicidad, que nunca antes se había alejado de ella, volviera a robarle.

El cansancio por las horas de insomnio hacía sus estragos en la salud física y emocional de la pobre mujer. Pobrecita de mí, se repetía. ¿Nunca podré disfrutar de una dicha completa? Sentía en el pecho la opresión de la pena, sentimiento que le era más familiar que el de la felicidad; sentimiento que poco a poco se iba reforzando, y que la arropaba y la protegía. Entonces, sintiéndose segura en su tristeza, volvía a estar tranquila. Indudable, decía, en un descuido mío, el ladrón de la felicidad ha vuelto.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me encanto esto! Bueno, me encanta todo lo que escribes! <3