lunes, julio 05, 2004

Aurora

Una vez la caída del sol comenzaba, Aurora se abría a la vida, como la dama de noche. Mientras más oscura la noche, más hermosa se veía; su piel lucía una juvenil lozanía y sus inmensos ojos brillaban.

Como amaba la noche, odiaba el día. Una extraña enfermedad hacía que a medida que comenzaba a amanecer, su cuerpo se encogiese. ¡Si tan sólo pudiese destruir al sol, desaparecerlo para siempre de su vida!

Día tras día, con cada amanecer, Aurora sufría la dolorosa transformación. De hermosa mujer, se convertía en una delgada y huesuda anciana, que debía cobijarse en lo más oscuro de su habitación donde la luz del sol no la encontrase.

El día que Aurora decidió que su enemigo debía ser destruido, pasó la noche en vela, escondida por donde el sol se levanta. Y cuando éste comenzó su ascenso iluminando de naranja el cielo, Aurora le salió al encuentro como el caballero a los molinos de viento. El sol, compadecido, la tomó de la mano, y desde entonces Aurora anuncia la llegada del día.

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