Marca el número, pero cuelga antes de que el teléfono timbre al otro lado. Le extraña y aunque se ha jurado no llamarlo, al menor descuido, sus dedos se le escapan y presionan los números. Una parte de su cerebro reacciona, y envía la orden a la mano, que remolona, cuelga.
Se conformaría con escuchar su voz en el contestador, porque a esta hora no debe de estar en el departamento. La última vez que estuvieron juntos, la discusión terminó con la salida de él, tirando la puerta. Atrás quedaron las recriminaciones y el no quiero saber nunca mas de ti, no me llames, y el no te preocupes que no pienso hacerlo. Ya no importa quién dijo qué, sólo sabe que necesita oírlo. Sus dedos presionan los números y en el último instante, justo antes de colgar, oye su voz que contesta. ¿Qué hace a esta hora en el apartamento? ¿Está allí con la otra?
Una amiga bien intencionada se lo dijo. No me gustaría que me pasara a mí, y nadie me enterara. Tienes que darte a respetar.
Sabe que colgará nuevamente, pero igual, sus dedos se le escapan.
1 comentario:
Mala consejera la soledad ....
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