miércoles, abril 29, 2015

Deforme


Es mi cumpleaños, y con este llego al umbral de la vejez. Me miro al espejo pero no me encuentro más vieja, si no fuera por la deformidad en mi cara supongo que incluso me vería más joven de la edad que tengo.  Pero la deformidad está ahí, no importa que mis amigos me digan que apenas se nota.  Hay algunos que dicen que no se nota para nada, como si yo  hubiera nacido ayer y no pudiera comprobar que el reflejo es el mismo rostro en las fotos.  Eso y las treinta libras de peso que he aumentado, que se enroscan en la cintura y el abdomen como un tubo de playa, me hacen sentir la edad que tengo y más. 

El peso podría perderlo, pero, en realidad, para qué… Es capaz que la cara se cae más y los pellejos del estómago afean la figura y a la larga, aunque rebaje, voy a seguir teniendo la cara deforme.  He intentado perder algunas de las libras, pero cuando llego al postre (¿me lo como o no?), acaba pensando que la triste verdad es que con la cara deforme, un cuerpo, por más escultural que fuera, no haría mucha diferencia.

Aumenté con las pastillas para la depresión que me tumbó cuando el último tratamiento para corregir el rostro, falló. La aceptación que mi rostro se iba a quedar como estaba, a pesar del dinero y el sufrimiento invertido fue un garrotazo ruin.  Caí en la cama sin deseos de vivir, sin poder pasar alimento sólido alguno, lo que habría sido perfecto para lograr el suicidio si lo hubiese aprovechado. De verdad quería morirme. 

Cuando al fin pude levantarme, aunque aún quería morirme, me dio con comer. Comer todo lo que me engordaba: podía hacerlo porque estaba tan flaca que los pellejos se habían ido cayendo y colgaban de mis muslos y brazos.  Jugaba en la cama con ellos cuando todavía no podía comer. Después poco a poco, el gimnasio me ayudó a recuperar la tonicidad, pero seguí aumentando de peso y nada alcanzó devolverme el deseo de vivir.

Hoy que es mi cumpleaños y me miro al espejo, y veo mi cara deforme, y mi cintura gruesa y el abdomen protuberante, y me siento vieja, siento un repelillo que hace que vaya a la cocina por un vaso de agua.

Para algo más que engordarme habrán de servir los antidepresivos.

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