domingo, septiembre 19, 2010

Cayetano

Dios aprieta pero no ahoga, se repetía Cayetano casi todos los días cuando sentía que el aire le faltaba. No ahoga, pero diantre, qué mucho aprieta. E inmediatamente pedía perdón a Dios por ese pensamiento, rezando el Salmo XXIII, antes que al Señor se le fuera a ocurrir alguna cosita más que enviarle.

Para colmo, el cura, el domingo, saliendo de misa, había tenido el desparpajo de desparramarle encima una monserga, de la cual Cayetano sólo sacó en claro que Dios no nos da cruces que no podamos cargar.

La verdad es que si el cura tenía razón, algo había mal en su cruz. Alguien se había equivocado cuando le asignaron la suya. Ya hubiera querido él ir a ese árbol del que hablaba el cura, en el cual uno, después de probar otras, encontraba que su cruz era la que más le encajaba. Bien que le encajaba, tan bien le encajaba que ya su espalda tenía marcado el hueco donde la acomodaba. Y entre el peso y la asfixie se estaba muriendo.

Pero Dios no ahoga. Así que Cayetano se levantó temprano, y se colgó del árbol hasta ahogarse, confiando que el que lo encontrara, pudiera cargar su cadáver junto con su cruz.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lo que Cayetano no sabe es que la vida es un proceso, y que las personas se hacen mas y mas fuertes, y aunque la cruz que les toco esta pesada, un dia, van a estar suficientemente fuertes para poder sujetarla como si fuera una pluma. Esa fuerza es la Fe en Dios, la Fe de que Dios nos recompensara por cargar la cruz que nos asigno sin tratar de escapar temprano.....