viernes, agosto 20, 2004

Ya es hora

Me he permitido llorar tu partida. Al principio pensé que era una tontería, que llorar no resuelve nada y que al fin y al cabo, fueron más tus errores que los míos los que me obligaron a tomar una decisión definitiva. Una decisión racional, basada en hechos: mentiras, promesas incumplidas, mezquindades. Pero hoy me he mirado al espejo, cosa que generalmente evito. En el reflejo he visto unos ojos llenos de dolor, y unos labios crispados que he tratado de hacer sonreír, sin resultado alguno. Después de intentarlo varias veces, acepté que las lágrimas no liberadas han puesto un rictus de amargura en la imagen. Me he echado a llorar, y con inmenso alivio, al volver a mirarme, el rostro en el espejo me ha sonreído y ha movido los labios, y me ha dicho, sal, es hora de volver a la vida.

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