sábado, junio 12, 2004

La soledad

Siempre oí decir que la soledad es mala. Aunque no tenía por qué cuestionarlo, ayer definitivamente lo comprobé. Es cierto, la soledad es mala.

No es que no hubiera estado sola antes, que mi familia además de escasa es sumamente fría, y poco comunicativa. Nada, que a veces he pesando que caí en ella por error, que emociones y palabras me sobran. Si no, pregúntenle al psiquiatra que me ve cada semana, que a veces, cuando le veo de reojo mirando el reloj, me parece que le aburre oírme la intensa, larga y siempre igual letanía.

Pero ayer fue diferente. Ayer, mi compañero, después de muchos años juntos, se fue. Se fue definitivamente. Lo vi en su rostro. La finalidad, quiero decir. Porque otras veces se ha marchado, pero siempre volvía y yo sabía que lo haría. Supongo que se cansó de mi, igual que el psiquiatra. Antes de irse, me aseguró que nada me va a faltar. La cuestión es que si él no está, me falta todo. Me sentí tan terriblemente sola, me tomé los medicamentos que me receta el médico para calmar la ansiedad, y me acosté.

A mi familia le he dejado una nota, parca, por cierto, parca por que no quiero cansarles a ellos también. La soledad, dice, es mala consejera.

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