jueves, junio 10, 2004

Nuestras soledades

Mientras contemplo tus cosas recogidas, listo ya para marcharte, quiero pensar que cuando dijiste para el resto de nuestras vidas, eras sincero. Cómo saber que diferencias insalvables se interpondrían en el camino, y nos separaríamos tan pronto. No sé cuanto te amé, ni si te amé, si he dejado de hacerlo, o es el dolor y el coraje el que juega el juego de esconder allí donde no puedo sentir, el haberte amado y la tristeza de perderte. Sólo siento la soledad de siempre. Sé que te vas, lo veo, y que una palabra mía bastaría para retenerte. Pero mi boca se niega a pronunciarla, porque sólo estaría intentando retener la esencia de quién pensé que eras, no de quién eres, y a ese, a ese, no puedo ni quiero retenerlo.

Soñé mi soledad en la tuya pero me equivoqué al pensar que eran iguales.

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