jueves, junio 17, 2004

Reflejo

Me perdí en el mar infinito de tus ojos, y olvidé que todo lo que tiene principio tiene fin. El olvido se hace imperativo, y sin embargo mi cuerpo te clama. Aún sabiendo que ya no me quieres, no puedo olvidarte. Tu recuerdo es inmensa tortura que me despierta en las noches, y llena mis días de angustia. Se pierde el día en la noche y la noche en el día, y siempre estás.

Tu mirada me sigue a todas partes. Es una mirada intensa, fija; son tus ojos grabados en mi memoria con fuego pasional, que se niega a apagarse. Es mi cerebro que desvaría y te imagina a la proximidad de un beso, húmedo, cálido, un beso que despeje mi congoja que escapa cual tormenta incontenible por mis ojos, en gruesas lágrimas perladas, que van formando un collar interminable. Un collar que rodea mi garganta, agarrotando palabras y sollozos y me sumerge en el silencio.

Afuera hay luz, se ven figuras, se oyen voces; adentro todo es sombra, el silencio resuena en las paredes, murmullo ininteligible. En la esfera del reloj, las manecillas marcan sempiternas las horas pero en mi mente febril el tiempo nunca pasa, y sólo soy una pequeña imagen olvidada, que vive en la limpidez de tus pupilas, iris grabado para siempre en mi memoria.

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